jueves, 3 de marzo de 2016

Pelea de Un Matrimonio Choni

Relato Ficticio Heterosexual BallbustingUn matrimonio cuarentón de clase baja y escasa cultura, practica el maltrato habitualmente, pero, ante las últimas palizas desmesuradas, la esposa tomará venganza con un rodillo de cocina.


    Lorenzo y Claudia eran un matrimonio cuarentón de clase baja de un suburbio de Vallecas. Los dos, de escasa cultura, se comportaban como maltratadotes en potencia, él de manera más física, ella de modo más psicológico, lo que no resultaba óbice para soltar algún que otro mamporro a su marido. Ambos estaban acostumbrados a insultar y pegarse sin interponer jamás una demanda, pero, últimamente, la situación se había radicalizado, porque Lorenzo estaba sin trabajo y se gastaba gran parte de la ayuda social en bebida junto a otra mujer de mala fama. Claudia pasaba los días gritando e insultando a su esposo, humillándolo por no saber ganarse la vida y acusándolo de infidelidad, razón última, por la que Claudia le había dado por tirar los platos a la cabeza de su marido, causándole una profunda herida en la ceja que le costó al hombre un buen número de puntos. Él contestaba con brutales palizas que día a día aumentaban en peligrosidad poniendo en peligro la integridad física de su esposa. Claudia ya estaba harta, pero no lo iba a denunciar, pues ella en el fondo era igual que él; Claudia se iba a vengar a su manera.
  
    Una noche, como de costumbre, Lorenzo, borracho, regresó a casa de madrugada cuando su esposa dormía. El marido se metió en la cama apestando a alcohol, sin apenas cambiarse y empezó a sobar los pechos de su mujer, despertándola por la rudeza de los tocamientos, Claudia sintió un fuerte daño en sus mamas y sintió asco por el aliento a ginebra de Lorenzo.
   -¿Dónde has estado, cerdo apestoso? –le inquirió Claudia.
   -Por ahí bebiendo con amigos, qué te importa.
   -¿Y esa mancha de carmín en el cuello de la camisa significa que te das besos con esos maricones de tus amigos?
   -Yo he estado donde me sale de los cojones que para eso los tengo, cosa que tú no.
Así que cierra tu sucia boca, zorra.
   -Eres un hijo de puta y estoy harto de ti.
    Sin pensárselo, Lorenzo le pegó un bofetón a su esposa, la mujer apenas tuvo tiempo de sentirla, porque al momento él la agarraba de los brazos tratando de bajarle las bragas.
   -Suéltame asqueroso cerdo, estoy harta de que vengas a hacérmelo por la fuerza. Te voy a denunciar, violador.
    Un fuerte puñetazo se estampó contra la cara de Claudia que perdió el conocimiento. Lorenzo aprovechó para violarla salvajemente. Después, el agresivo esposo se durmió en un profundo sueño debido a la borrachera.
   
    Un terrible dolor despertó a Lorenzo de su pesado sueño, comenzó finamente cual aguja hasta convertirse en un dolor expansivo y emético. Se incorporó repentinamente y profirió un escalofriante alarido agarrándose los testículos. Levantó la vista y contempló a Claudia con un rodillo de madera golpeándolo de manera amenazadora contra sus manos. El mismo rodillo con el que su esposa amasaba sus postres en la cocina había sido el causante del tremendo dolor genital de Lorenzo.
    -Ahhh Dios mió, qué me has hecho hija de la…
    -Calla imbecil!! Me habías dejado inconsciente de un puñetazo, podrías haberme matado…
    -Uhhha aaa pero qué dices, yo controlé mi fuerza…esto es….uuuu ahhh mucho peor me has podido desgraciar…
    -¿Con quien has estado esta noche?
    -Con los amigos ah ah aaah
    -Seguro que has estado con ese zorrón de Lola, crees que no lo sé.
    -Ahhhh cuando me recuperé vas a ver cabrona, te voy a pegar la mayor paliza de tu vida –amenazó Lorenzo con una mirada llena de odio.
    -Ya me cansé de tus palizas, de momento toma este mazazo gilipollas –y le estampó el rodillo entre los dientes llegando a romperle uno de ellos.
    Entre el dolor testicular y el de la boca, Lorenzo acabó mareado quedando semiinconsciente, el rodillo poseía unas amplias proporciones y ella sabía utilizarlo con destreza pues había trabajado en el pasado de panadera y lo había afanado de su antiguo empleo. En sus expertas manos, el rodillo de cocina se asimilaba a un bate de béisbol doméstico.
  Sea por rabia o no, tiró el rodillo al suelo y se lanzó sobre Lorenzo que estaba tendido en la cama. Fue un craso error pues aunque un puñetazo tras otro impactaba contra el rostro y el estomago de Lorenzo, este, finalmente, apartó de una patada en la cadera a su esposa, quien acabó chocando contra la pared.
    -Ahora verás, zorra, te voy dejar lisiada.
    Lorenzo se acercó sobándose sus partes, pues aún le dolía el golpe en los testículos más que la perdida del diente. Claudia se dolía de su cadera y de la espalda ya que se había clavado el saliente de la estantería al ser impulsada por la patada de su esposo, este le soltó un tremendo bofetón que además de cruzarle la cara retumbó por toda la habitación. Después le conectó un puñetazo en el estomago que hizo gritar a Claudia de dolor, acabando de rodillas en el suelo y llorando. Cobardemente, Lorenzo comenzó a soltar patadas a su esposa mientras esta continuaba de rodillas, cuando de repente;
    -Uaaaaauuhhh  ah ah ah
    Con ambas manos Claudia había agarrado el bulto que formaban los genitales de Lorenzo sobresaliendo dentro de sus calzoncillos, aquello era blando y la mujer se cebó.
   -Uaaah ah ah suelta cabrona, suéltame aaahora mismoo –suplicó Lorenzo mientras su esposa se esforzaba en comprimir y retorcer los expuestos testículos del hombre.
  -Y ahora qué, perro, te voy apretar hasta la muerte, nunca más volverás a follarte a esa zorra.
  -No nooooo sueltaaaaa,
  -Es más, nunca más volverás a follar con nadie –y Claudia con sus dos manos acometió un durísimo y salvaje tirón hacia abajo
  -aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah
    Después del inolvidable tirón, Claudia no soltó a su presa y Lorenzo muerto de dolor sólo atisbo a abrir lo más posible las piernas con las rodillas flexionadas para evitar que Claudia no se los arrancase.
    -Ahhhh que ganas te tenía cabrón, ahora no eres nada, vas a pagar todas las palizas que me has dado.
    -Tú siempre me has pegado oh oh no eres una inocente  ah ah suéltame, suéltame ahora mismoooo.
   Pero Claudia no sólo no soltó sino que apretó con todas sus fuerzas mientras retorcía los testículos de su esposo, como si le fuera la vida en ello, incluso para ayudarse la mujer soltaba gruñidos de esfuerzo. Lorenzo, además de gritar desesperado se echó a llorar.
    -Buaaaah Buaaaah
    -Mira como llora la maricona, jajaja. Y ahora prepárate ya verás lo que voy a hacer, primero voy a aflojar un poco… pero como intentes soltarte o hacerme algo tiraré con todas mis fuerzas otra vez hacia abajo.
    Claudia soltó una de sus manos mientras con la otra agarró uno solo de los testículos no apretaba demasiado porque quiso dejar un hueco entre su mano y el testículo izquierdo. Sin embargo, Lorenzo a pesar de que ahora notaba menos presión no intentó zafarse porque al margen de estar hecho polvo por el dolor ella daba pequeños tironcitos hacia abajo como aviso de que si él intentaba soltarse pegaría otro gran tirón. Claudia con la mano libre cerró el puño extendió el brazo hacia atrás y le gritó;
   -¡Esto por el puñetazo con el que me desmayaste hijo de la gran puta!
y soltó un terrible puñetazo al testículo izquierdo que sostenía con su otra mano.
   -Uaaah no noooooooooo oooooy ahhh buahhh
Lorenzo lloraba y gimoteaba de dolor, pero Claudia no paraba. Tiró un poco del testículo izquierdo y pasó a tomar el derecho.
  -Esto por el puñetazo que me diste en el estomago. Yaaaaah POF
   El puñetazo al testículo derecho aún fue más fuerte, la visión de Lorenzo se tornó borrosa mientras se deshacía en lamentos. Finalmente, se desmayó.
   Al despertar se encontró atado con el tendedor de la ropa alrededor de los brazos y el torso, en cambio, las piernas estaban atadas por los tobillos en distintas direcciones; una atada en la pata de la cama, otra hacia la parte baja de la estantería. Sus piernas formaban una posición de v invertida y estaba desnudo con su amoratado e hinchado sexo al aire. Al margen, del insoportable dolor de los testículos, notó unos pinchazos quemadores en el ano. Si no fuera por el dolor testicular, la quemazón del ano sería suficiente para baldarlo.
    -Hija de putaaaa que me has hecho en el culo!!!
    Claudia le enseño el enorme rodillo de cocina.
    -Te lo he metido por el culo, igual que tú me violaste cuando estaba desmayada. Ojo por ojo y ojete por ojete.
     -Ahhh ahhh mi culo eres un demonio de mujer, me das asco, siento asco de ti, te mataré, mátame ahora porque sino te mataré cuando me desate.
     -Ahora verás pedazo de basura, te voy hacer el favor de tu vida, te dije que no volverías a follar y no lo harás. Te voy a dar un martillazo en los güevos que te los voy a reventar.
    -No, no, espera, hablemos –Lorenzo se arrepintió enseguida de las ultimas palabras dirigidas a su vengativa y violenta esposa.
    -No dices que me vas a matar, que te doy asco, pronto has cambiado.
    -Espera, por favor, retiro lo que he dicho, soy tu marido, aún podemos arreglarlo.
    -Aaaah ya estas acojonado eh??
    Claudia buscó y sacó de un baúl un pesado martillo que casi le costaba levantarlo en el aire.
     -Mira pedazo de mierda te los voy a reventar, joputa, a mi ya me da igual ir a la cárcel pero yo te reviento por mis muertos, antes me dijiste que tú hacías lo que te sale de los cojones porque para eso los tienes y yo no, pues ahora vas a comprender lo que es no tener güevos, porque cojones no los has tenido nunca, mariconazo.
     -No, estás loca, completamente loca, haré lo que quieras, envíame a prisión, denúnciame, divorciémonos, te pagaré una pensión pero no lo hagas, no lo hagas.
     Lorenzo se echó a llorar y antes de cerrar los ojos contempló a Claudia levantando el martillo. Se oyó un sonoro golpe y sintió un terrible dolor en los testículos, sin embargo, el estremecedor dolor no parecía provenir de un martillo si no de algo menos duro y un poco más puntiagudo. Al abrir los ojos vio el martillo en el suelo y el pie de Claudia sobre sus testículos.

                                                Pelea de este matrimonio muy "choni"

    -Yo no voy a ir a la trena por ti, canalla –dijo la mujer.
    A pesar del tremendo dolor que le había provocado la patada, sintió cierto alivio al pensar que quizás se habría salvado su virilidad cosa que con el martillo no. Pero el dolor provocado por la patada de su mujer resultaba tan fuerte que ya casi estaba arrepintiéndose.
    -Y ahora un último regalo, superpatadón en las huevas, hasta que la muerte nos separé.
    Y Claudia tomó carrerilla y le dio una segunda patada a Lorenzo en sus delicados testículos. El alarido sonó por todo el barrio y Lorenzo acabó vomitando.                              
-Me voy con el Fran, a follarmelo, cosa que dudo ahora puedas hacer tú.
  Desde ahora serás el nuevo capón del barrio, porque además le voy a contar a todo el mundo, sobre todo a las zorras que te tirabas, que ya has dejado de ser macho.
    La mujer salió por la puerta y tomó unos preservativos, aún quedaba mucha noche.


watermoon1978@gmail.com

jueves, 8 de octubre de 2015

La Bibliotecaria Se Defiende (Ballbusting Story - Relato)

      

     Entre semana, Raúl solía pasar las tardes en la biblioteca hasta las nueve de la noche, hora del cierre. Allí, entre eclécticas lecturas placenteras, oteaba la sala de estudio donde los jóvenes estudiantes prestaban mayor atención a sus compañeros de mesa que a sus aburridos apuntes de examen.
    Sin embargo, el pensamiento de Raúl no se centraba sobre ninguna alumna universitaria o de instituto, sino en una de las numerosas bibliotecarias que trabajan en el centro. La mujer que copaba sus pensamientos en aquellas horas de lectura se llamaba Juana, tenía alrededor de unos cuarenta y cinco años y lucia un incitante cabello rubicundo a media melena, con más cantidad en el flequillo que por detrás, cuyo color según la temporada se veía algo más pelirrojo que rubio o viceversa. En cuanto a su figura, poseía formas redondeadas muy femeninas pero su rostro se dibujaba más bien delgado. Juana era guapa y su físico bien podría corresponder con la población celta que en el pasado había habitado parte de la Península Ibérica.
    Lo que más llamaba la atención a Raúl de Juana era su costumbre de no llevar medias en las estaciones frías, a finales de otoño vestía falda recia debajo de la bata blanca, en realidad su atuendo no podía ser más discreto y formal, pero al no llevar medias sus pantorrillas lucían desnudas al igual que sus talones, los cuales sobresalían de sus zuecos mostrando bellas zonas sonrosadas sobre un blanco esmaltado. Incluso en el frió invierno, algunos días vestía de esta manera, otras, cuando ya el frío se mostraba muy inclemente usaba leotardos o unos pantalones de fina licra, pero aún así se veían sus talones sin medías ni calcetines, sobresaliendo de los zuecos su deseable carne blanca y desnuda. Un día, Juana, mientras hablaba con otro compañero, sacaba y metía su pie dentro del zueco. Este acto en pleno invierno a Raúl le perturbo, pues cuando todas las estudiantes llevan zapatos cerrados o botas y el contacto de la piel con el aire es tan frío, el pie de Juana se mostraba impúdicamente más incitante y sus coloraciones sonrosadas se delataban mayores que en el resto del año. Juana sacaba el pie hasta el punto de descalzarse del todo mientras sostenía su punta sobre la horma del zapato. Raúl tuvo una fuerte erección, la hubiera poseído en aquel mismo momento.
    Raúl tenía 36 años aunque le gustaban las mujeres mayores que él, si bien requería que aparentasen cierta lozanía y Juana además de cumplir con estos requisitos, solía corresponder discretamente a las miradas de Raúl.
    Otra característica que le gustaba a Raúl de Juana era su voz, fuerte, bien timbrada, llena de asertividad y seguridad.

    Aquella tarde de Viernes, la bibliotecaria había estado más solicita con sus miradas dirigidas a Raúl que de costumbre y este se encontraba cada vez más excitado. Durante dos años se habían estado mirando, sin apenas intercambiar más que alguna palabra cuando a Juana le tocaba despachar los libros en la mesa de préstamo, pero la mayor parte de las veces, ella atendía la planta de estudio, donde los libros no se podían prestar sólo consultar. Juana cerró las cortinas y apago las luces, mientras se marchaban los estudiantes y algunos socios más maduros. La sala quedo vacía y totalmente a oscuras.
    Raúl se escondió tras el pasillo de los libros de arte. Juana se acercó con el carrito, entonces vio como una mano se posaba sobre la suya y al levantar la cabeza vio a Raúl excitado y jadeante.
    -No puedo aguantar más. Me vuelves loco –le susurro al oído a la bibliotecaria.
    -Pero qué haces, no, no… -contestó Juana también jadeante, pero sus palabras reflejaban en sus gestos y en sus actos, un escaso poder de convicción.
    Estaba claro que ella también sentía atracción y los dos se besaron en la boca con nerviosismo, Raúl metió su lengua con dureza, un beso puramente sexual.
Ella sólo susurraba –no, no por favor –mientras continuaba el beso con los ojos cerrados. Raúl comenzó a sobarle los pechos, ella incrementó sus aspavientos y negaciones, pero no podía ocultar su excitación y mientras negaba, soltó un gemido de placer.       Si bien la calefacción ya había sido apagada y estaban en pleno invierno, el calor irradiado por la pareja ardía de manera sofocante. Juana trató de apartar sin demasiada fuerza las manos de Raúl, pero cuando este llevó su mano al sexo de ella y lo sujetó con fuerza, esta abrió los ojos despertando de su letargo hipnótico.
    -Esto es mío entiendes, va ser mío y lo quiero ya.
    -Noooo!!!! –gritó, esta vez, con fuerza y asertividad la mujer, llevando su mano a la de Raúl tratando de apartarla.
    El semblante de Juana había cambiado, estaba asustada pensando que Raúl la iba a violar ahí mismo, cuando en la planta de abajo, en ese mismo momento, se cerraron las puertas del edificio. Los cinco minutos de evacuación de público y empleados habían pasado y el guarda había echado las llaves a las puertas yéndose a casa. No había nadie más en la biblioteca; Juana estaba en manos de Raúl.
    Déjame, déjame, ahora mismo –el gesto de Juana al decir estas palabras mostraba gran enojo y esto desagradó profundamente a Raúl, que pellizcó con fuerza la vagina de Juana, introduciéndole un dedo y tirando hacia arriba. Juana pegó un respingo –Ahhhhh! –y su rostro reflejó dolor e impotencia, pero también vergüenza por sentir un extraño placer indeseado.
    -No me hagas ser malo –amenazó Raúl.
    -Ahhh suéltame, suéltame –sollozaba en voz baja la mujer.
    Para mitigar el dolor Juana trataba de ponerse de puntillas e, instintivamente, sacó sus pies de los zuecos para apoyarse mejor. En uno de los escasos movimientos que pudo hacer, la mujer levantó con fuerza su rodilla derecha contra la entrepierna del hombre que soltó un fuerte y agudo grito de dolor;
    -AAAAAAAAAAIH
    Al momento, Raúl soltó a Juana y se llevó sus manos a sus doloridos testículos quedando agachado, mientras Juana arreglaba su braga y bajaba su falda con su vagina adolorida, cuando levantó su cabeza contempló Raúl, quien no lograba mantenerse en pie del dolor.
   
    Sin embargo, Juana ya estaba casi recuperada y trató de salir corriendo pero Raúl la tomó del tobillo y la hizo caer al suelo. Aún con los testículos doloridos, el varón se puso encima de Juana para intentar violarla, esta para defenderse comenzó a dar patadas al aire en forma de bicicleta consiguiendo impactar dos veces sus fríos pies delcazos sobre la cara de Raúl, quién sintió las plantas de los pies de Juana, primero contra su mandíbula y boca y luego, directamente, contra su nariz. Sintió la frialdad del pie de la mujer, debido a la temperatura pero también, tras ocho horas andando sin calcetines sobre los zuecos, percibió un cierto olor si bien no desagradable si característico, mezcla de cuero y olor intenso a pie limpio, pero al fin y al cabo a ese olor idiosincrásico y pronunciado que sólo posee esta parte del cuerpo. A Raúl le excitó el aroma y su pene se convirtió en un bulto espectacular, Juana se dio cuenta y lanzo su pie izquierdo contra la cara de Raúl dejándolo fijo sobre el rostro de este, mientras tiraba de las manos del hombre hacia si misma, ejecutando una efectiva palanca. El hombre estaba sufriendo la fuerza, el olor del pie blanco y sonrosado, que por su lindo y suave aspecto parecía el pie de una niña adolescente en una mujer madura. Juana lo miró, mientras mantenía su pie en la cara de su atacante, quien no podía ver nada más allá de la planta femenina fijada con fuerza sobre los ojos, nariz y boca del varón; desde esta perspectiva la planta de Juana se volvía gigante por la cercanía, impidiéndole la visión total. 


                                          La planta del pie de Juana

     Tras un largo lapso de tiempo, las dificultades para respirar de Raul, lo obligaron a inhalar con toda la fuerza posible porque el pie de la mujer le estaba impidiendo la circulación del aire hasta límites peligrosos. Al inhalar el escaso oxigeno existente entre la planta de la mujer y la boca y nariz del hombre, todo el olor natural del pie de Juana se introdujo por las fosas nasales de Raúl, y percibió todos los matices del penetrante aroma; el frío, la zona de los dedos, una pequeña dureza en la almohadilla de la planta con un color anaranjado, y se notaba, claramente, el matiz del cuero del zapato impregnado en algunas zonas de la sonrosada y perfecta planta de la mujer. Entonces Juana retiró su pie, miró con rabia a Raúl, visiblemente atontado y mientras lo sujetaba por las manos lanzó una terrible patada con su planta que chocó contra la nariz, boca y mandíbula del hombre. Toda su cabeza tembló ante la patada de la fémina y la nariz y los labios de Raúl comenzaron a sangrar profusamente.
    ¡Ahhhhhh cabrona! –Raúl se llevó las manos a la cabeza sin ver nada.
    Juana aprovechó el momento y retirando las piernas tomó posición y desde el mismo suelo pateó los testículos del hombre con la planta del pie, Raúl sintió como sus bolas se escachaban introduciéndose en su abdomen…
    -¡Uuuuuuh! ah ah –el hombre soltó un grito femenino y sollozando dijo  –Mis bolas, perra, mis bolas – y cayó hacia atrás tumbado con una mano en los testículos y otra en la cara, mientras repetía débilmente –no, no, no... –.


     -¡!!Me ibas a violar eh cerdo, cuando te dije claramente que no!!!
    Juana se incorporó del suelo y desde lo alto bajó su pie hacia la traquea del hombre y  apretó con fuerza, Raúl sentía que se ahogaba y tras el inicial frío impacto del pie femenino sobre la traquea, en seguida, el frío se torno en un abrasador fuego quemando su garganta.
    -Basta, me ahogo, me ahogo –suplicaba el hombre mientras amagaba intentos de tos.
    Juana se compadeció y levantó su pie de la traquea y Raúl llevo sus manos a la garganta. De repente, Juana con su mano agarró con rapidez y fuerza los testículos del hombre y tiró de ellos para que este se levantara del suelo.
    -Levanta cabrón, ¿recuerdas cuando me cogiste de mi coñito, eh? Cerdo abusador, levanta o tiro –la sexy voz de Juana ya no sonaba asertiva, sino inquietantemente amenazadora.
    -No, no tires por favor… –sollozaba el hombre mientras trataba de incorporarse.     Cuando estuvieron cara a cara, se reflejaron las dos perspectivas de la situación tornada; la mujer rubicunda frunció el ceño rabiosa, sobre el rostro compungido y sufriente del asustado varón.
    -Vamos maricón, ponte de puntillas como me hiciste a mí o te arranco los huevos.
    La rubicunda bibliotecaria apretó con fuerza mientras, al mismo tiempo, retorcía las gónadas del hombre. Un sonido, parecido a un crujido “cccrssss” se dejó oír, lo cual aún asusto más al Raúl ya de por si muerto de miedo porque el dolor se hacía insoportable.
    -Vamos de puntillas o me hago una tortilla con tus huevos.
    -AHHHH ahh ah ah no puedo mas, Juana, no puedo más, por favor…-suplicaba Raúl.
    -No digas mi nombre, no lo pronuncies, no lo ensucies. Has estado escuchando como me llaman mis compañeros, me vigilas, ya veo. Ahora ya no eres tan chulo ¿eh?
    -Si, me rindo, me tienes, me tienes, me tienes….
    -Sé que te tengo, lo sé, te tengo cogido por los cojones –sonrió la mujer mientras miraba con suficiencia y altivez al humillado varón.
    Juana apretó mas y, de repente, tiró hacia abajo acompañándose con un grito –para incrementar la fuerza -¡Yaaah¡
    -UUUUUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHH –el grito del varón fue atronador, con la boca totalmente abierta y los ojos desorbitados. Durante un momento, quedó en silencio mirando al vació, luego observó a Juana y se echó a llorar cayendo al suelo desplomado.
    El macho había sido vencido, estaba semiinconsciente y Juana aprovechó para quitarle los calzoncillos que tiró por la ventana, por unos momentos entró un viento helado que casi fue un alivio al refrescar los magullados, machacados y ardientes testículos de Raúl. Juana cerró la ventana y se acercó para incorporar al hombre, apoyándolo contra la mesa. Después buscó sus zuecos en el suelo, antes de calzárselos los miro y recordó como Raúl, en el pasado, siempre la observaba a hurtadillas fijándose en sus pies, así que no se calzo y llevó el zueco hasta la nariz de este, diciéndole;
    -Vamos, ¿no te gustaban tanto mis pies, cuando me mirabas a escondidas? Huélelo cabrón, huele mi zueco con el que paso mas de ocho horas de pie –aunque a Juana no le olían mal los pies, porque era muy limpia, si bien el zueco por el uso continúo emanaba un aroma muy fuerte a su pie, al olor natural pero penetrante de la mujer rubicunda. Entonces, todo ese perfume perturbador entró por la nariz de Raúl, que a pesar de estar atontado y muerto de dolor no pudo evitar una nueva y fuerte erección. Juana se dio cuenta y abrió los ojos con admirable sorpresa.
   -¿Así que aún te funciona tu cosita, eh? Vaya, yo creía que ya te habías convertido en un eunuco. Serás guarro y enfermo, excitándote cuando una mujer te esta arruinando a todos los niveles –la pelirroja bibliotecaria comenzó a acariciar ironicamente el pene de Raúl, mientras se reía y este sudaba sollozando muy asustado –Pues como veo que todavía no estas capado voy a enviarte este regalo.
    Juana tomó impulso dando unos pasos hacia atrás y con su pie descalzo pateó con la mayor fuerza de toda su existencia los ya muy hinchados y enrojecidos testículos del desdichado. El empeine y los dedos de los pies de la rubicunda mujer cuarentona golpearon sin piedad las débiles gónadas del hombre, su blanco pie cual martillo hembril las trituró dolorosamente hasta el exterminio. Raúl ni siquiera logró gritar, sólo alcanzó a emitir un débil y gimoteante suspiro hacia dentro. Tras un instante, consiguió dar unos pasos y sollozar en voz baja unas pocas palabras; -Mis huevas, me ha dejado sin huevas –y se desmayó cayendo en una semi inconsciencia, podía oír si bien no percibía más que manchas borrosas.
    Juana contempló al hombre, humillado, befado y derrotado ante sus pies. Antes de irse, la pelirroja se calzó y le dijo a Raúl;
    -Mírate ahora, vencido por la mujer a quien pretendías violar, te habrás convertido en un patético eunuco porque ya no veo tu erección, sólo tus patéticas pelotas hinchadas como ruedas neumáticas, jajaja, bye bye vida sexual, por fin podrás gozar como el maricón que siempre has sido, eso es lo único que disfrutarás, pedazo de capón, eres tan ridículamente débil… me voy porque me das asco.
    Y Juana se fue corriendo, dejando al hombre desmayado.
   
     A la mañana del siguiente sábado, la mujer de la limpieza –ecuatoriana de raza indígena –encontró a un hombre desnudo de cintura para abajo tendido sobre el suelo.
    Cuando la policía acudió a la llamada interrogó a la limpiadora de treinta años. Hubo cierto cachondeo, porque la ecuatoriana dijo en la llamada “Vengan rápido, por favor, un hombre que no sé si está muerto o vivo tiene las pelotas muy hinchadas”.  A la policía le pareció curioso que la mujer no dijera más finamente “testículos”. Sin embargo, debían interrogarla a fondo, porque al llegar comprobaron como el hombre estaba de pie tratándose de apoyar sobre la mujer de la limpieza. El hombre no podía hablar sumido en un profundo shock y querían saber si ella había ocultado algo o era quien le había producido el trauma. Uno de los agentes, un hombre rechoncho, le preguntó;
    -¿Pero no dijo usted que no sabía si estaba vivo o muerto por lo de los testículos?  
    -¿Los testo qué? Testisos… no le entiendo, Señor Agente.
    - Jajaja- estalló de risa otro de los agentes que era una atractiva mujer rubia con moño, no pudo evitar la risa y trató de taparse la boca, viendo que no lograba disimular su mofa, trató de arreglarlo quitándole hierro al asunto – Señora, mi compañero se refiere a los huevos, a las pelotas del varón.
    -Ah siii, si, sus pelotas, pobre hombre, estaban hinchadísimas, yo nunca había visto una cosa así, como melones, sabe usted Sra. Agente. Mientras ustedes venían como el señor no me contestaba y no sabía si estaba muerto, con la punta del zueco le toqué sus partes para saber si estaba bien y resulta que debí apretar demasiado sin querer, yo juro que lo hice flojísimo- y la ecuatoriana lo escenificó levantando la rodilla y con el pie al aire puso la punta hacia abajo haciendo circulitos como cuando uno mete la punta de los dedos en el agua para comprobar la temperatura. Ve, Señora Agente, así de flojito.
    -Ya lo veo, ya, jajaja –la mujer policía estaba a punto de orinarse de risa, pero trataba de contenerse.
    -Pues el caso, Señora Agente, es que empezó a despertar diciendo “uh uh” y yo cómo vi que parece que eso le daba vida, pensé que igual funcionaba como lo de la respiración a boca de los ahogados y apreté un poco más, pero muy poco. El caso es que el señor se volvió loco y gritaba “no otra veeeez noooo por favor, ahahha mis pelotas mis pelotaaaaas” si viera como gritaba señora, yo quite rápido el pie y cuando le ayudaba a levantarse aparecieron ustedes”
     Los hombres presentes pusieron mala cara cuando una doctora le inspeccionó los testículos y vieron la tremenda hinchazón. Sin embargo, la mujer policía no podía evitar una amplia sonrisa mientras hablaba con la limpiadora.
     -No se preocupe, Lucinda, al parecer otra persona debió agredir al hombre y si no se equivoca mi instinto fue una mujer defendiéndose de algún vil ataque –insinuó la agente de policía.
     -Ahhhh ya, ya, es que una patada en las bolas los dejan para el arrastre, mi marido me fue a poner una vez la mano encima y le arreé un patadón en las pelotas que lo deje baldado una semana y no me volvió a intentar pegar -dijo sin ningún pudor y con evidente orgullo la morena ecuatoriana.
    -Jajaja, claro, hizo usted bien, jajajaja.
     Otro agente con bigote, se acercó a las mujeres y les dijo que el hombre no quería interponer ninguna demanda que todo había sido un accidente. A lo que contestó la rubia mujer policía:
    -Otro cerdo violador ha tenido su castigo, espero que no se le levante nunca más.
    En esto se acercó la joven doctora de veinte y ocho años y dictaminó;
    -Pues mucho me temo que sin necesidad de radiografía, ya puedo anunciar que este hombre ha quedado más impotente que un eunuco en la corte imperial de la China.
    Las dos mujeres españolas se echaron a reír, mientras la ecuatoriana puso mueca de dolor en los ojos y negó con la cabeza, ridiculizando el suceso. No se equivocaba, quizás exactamente, la ecuatoriana no supiera cómo se decía de manera científica la palabra “testículos” en castellano, pero conocía perfectamente los efectos de infinitas patadas en dicha parte y dijo;

    -Ahorita, Perdió el carné de Papá…


watermoon1978@gmail.com

lunes, 5 de octubre de 2015

Defensa Nocturna en el Museo

    Relato Ficticio Ballbusting Hetero;  Una funcionaria madura se queda de noche en el museo para cerrarlo, un ladrón al ser descubierto intentará agredirla. La mujer se defenderá.

                                                        Alicia en plena defensa

    Alicia ocupa un cargo de funcionaria en un museo del ayuntamiento. El recinto se sostiene con muy pocos trabajadores, cualidad intrínseca en la praxis gubernamental española, donde poseer un trabajo por muy esclavista y poco satisfactorio que sea a nivel de desarrollo humano, es poco menos que un envidiado privilegio, ya que la mayoría de gente malvive sin empleo. A cargo del museo trabajan dos funcionarios distribuidos en distintas plantas del museo además de un guarda de seguridad en la puerta y una empleada de limpieza. Sin duda, un ínfimo personal para sostener, sin el menor gasto, un museo de entrada gratuita pero pagado por los contribuyentes. Nadie vigila las obras de arte que allí residen, la mayoría de segundo nivel, ciertamente, pero valiosas por formar parte del patrimonio de la región y su antiguo reino.
    Los pasillos del museo permanecen siempre vacíos de gente, de vez en cuando algún visitante se mueve en soledad por sus sobrios recodos, donde el único sector de seguridad se centra en algunas cámaras obsoletas que vigilan desde el techo, la mayoría de ellas ni siquiera funcionan.
    Habitualmente, tras terminar su trabajo de informar a los visitantes, Alicia se levanta de su amplia mesa, echa un vistazo, apaga las luces y cierra las puertas de su planta dedicada a obras de la época del renacimiento.
    Una noche tras dar las ocho y media, Alicia no salió de su mesa porque tenía mucho trabajo acumulado. El guarda de seguridad subió al segundo piso del museo como hacía, por norma, cuando uno de los funcionarios no salía por la puerta de salida a la calle a la hora estipulada.
    -Cómo va todo, te has retrasado, ¿Ocurre algo Alicia?
    -No, Jorge, tengo mucho curro acumulado y me gustaría acabar ciertas cosas antes de irme, me llevará media hora más.
    -¿Quieres que eche un vistazo? –preguntó el guarda de seguridad.
    -No te molestes, no hay ninguna novedad, cuando acabe pasaré un momento y ya cerraré yo la puerta de la planta y la de la salida de abajo.
    -Como quieras, tú mandas, ya es la hora y yo no puedo hacer horas extras según mi contrato.
    -No te preocupes, pasa buen fin de semana –le dijo Alicia enfrascándose en su trabajo.
    
    Después de media hora larga, Alicia se dispuso a apagar la luz de los pasillos. Había cinco pasillos, cada uno con su luz independiente, al apagar la luz del pasillo más apartado escuchó un ruido, inmediatamente, dirigió su vista hacia el sonido y descubrió a un hombre que portaba una bolsa donde guardaba uno de los jarrones italianos del siglo XV, la mujer trató de correr por si el hombre iba armado. Entonces él se abalanzó y con una linterna intentó golpearle con fuerza la cabeza, sólo la rozó aún así Alicia sintió daño. Al ladrón le resultó sorprendente que Alicia hubiera esquivado el golpe, pues se trataba de una mujer de cincuenta cinco años, físico más bien achaparrado, bajita y con algo de barriga. Aún así resultaba atractiva, si bien apenas poseía cuello y sus espaldas eran anchas, su rostro era agradable, más bien guapa, sus piernas embutidas en un pantalón beige tipo safari se veían fuertes, quizás demasiado para su físico, calzaba unas panama jack. El pelo lo llevaba típico de peluquería de barrio, con ese estilo pseudo moderno que demuestra escaso gusto, puntas largas por detrás y capas lisas con mechas por encima, de color caoba. Todo esto rematado por una camiseta básica azul celeste. A pesar de que se trataba de una mujer de cierta cultura, su aspecto informal se asemejaba más al de una maruja que al de una progre, quizás porque a Alicia no se preocupaba demasiado por su físico, ella tenía otro tipo de intereses.
  -Déjeme salir o váyase usted, si quiere robar hágalo y aténgase a las consecuencias, sólo soy una funcionaria de información, no una guarda –le advirtió la mujer con tono asertivo y voz alta.
    El ladrón que sin ser alto le sacaba ocho centímetros a la mujer, era más joven que ella pues tenía 43 años y poseía cierto físico corpulento, llevaba una camiseta negra y un pantalón vaquero gris oscuro.
    -Muy bien, deja que te ate para que me de tiempo a huir antes de que llames a la policía –le  contestó el individuo, sacando una gruesa cuerda blanca enrollada de la mochila.
    -Eh no no, yo no me dejo atar –dijo Alicia asustada, pensando que quizás el intruso no cumpliese con su palabra y al estar atada pudiese apalizarla, matarla o violarla.
    –Déjeme ir, por favor –le  suplicó todavía con voz firme.
    -No –dijo sonriendo maliciosamente el hombre
    -Huya entonces, le prometo que no llamaré a la policía hasta veinte minutos después –trató ella de convencerle.
    -¿Y cómo sé que es verdad? Venga, si no accedes a las buenas lo harás por las malas, zorra.
    El ladrón se acercó con las cuerdas y un cuchillo para amedrentar a Alicia, ella nunca hubiera peleado por salvar una pieza del museo, pero no podía dejarse atar, no sabía como actuaría el ladrón después de atarla y ahora al menos tenía alguna posibilidad de sobrevivir si se enfrentaba a él, ella confiaba más en su cuerpo y en sus respuestas que la palabra de un desconocido armado.
    En ese momento Alicia, se puso en postura de tres cuartos hacia su adversario con las manos abiertas, postura típica de defensa a la espera de un ataque. El ladrón se dio cuenta que la mujer madura y achaparrada tenía alguna noción de combate, aunque su postura un tanto forzada se veía muy básica como para asustar a un hombre bregado, así que no se arredró y se lanzó para poner el cuchillo en el cuello de Alicia. Esta le respondió con rapidez con un giro de manos, que desorientó al agresor, golpeando con la mano abierta que tenía más atrasada la nuez de este, dejando la otra mano abierta contra su propio rostro para protegerse. Cuando el daño sufrido en el cuello impelió al agresor a soltar el cuchillo para llevarse las manos a la zona dolorida, la otra mano de Alicia, que continuaba abierta con el dedo gordo hacia su rostro, se lanzó girando en forma de canto hacia la prominente nariz del individuo que comenzó a sangrar con abundancia.
    -¡Ahhg maldita puta estoy sangrando!
    Alicia con el pie empujo el cuchillo apartándolo de la escena perdiéndose entre la oscuridad.
    El hombre soltó un puñetazo al rostro de Alicia sin llegar a darle del todo, pero empujándola contra la pared. Entonces, la tomó del cuello con una mano y apretó fuertemente. Alicia notaba como se ahogaba, estaba en grave peligro el cuello le iba a explotar y con rapidez lanzó una patada entre las piernas del agresor. Como estaban muy cerca el uno del otro, la patada fue conectada con la espinilla quedando el pie de Alicia sobresaliendo enteramente de la entrepierna del hombre. Este soltó un gemido agudo al notar el impacto contra su zona más sensible, e instintivamente cerró sus piernas, eso fue su perdición pues la pierna de Alicia quedo atrapada pero de manera cómoda, pues su empeine formaba palanca sujetándose en el trasero del hombre, sólo tuvo que retrasar su pie e inclinarlo con la punta hacia abajo para formar el ángulo apropiado y comenzar a dar pequeñas pero destructivas patadas con su pequeño pie en los indefensos testículos del hombre. No eran patadas fuertes, pero ahí un pequeño e intrascendente golpe puede ser muy doloroso y Alicia no paraba de conectar pequeñas patadas aprovechando el poco espacio del que disponía su pie atrapado entre los muslos del hombre y enfundado en las botas todo terreno Panama Jack de numero 37. El hombre aguanto bien las primeras patadas pero cuando Alicia iba por la cuarta patadita los quejidos del hombre se iban incrementando de volumen y agonía. Pop pop pop sonaba y el ladrón respondía a cada golpe;

                                                 Las botas Panama Jack de Alicia

    -Ah, aah, aaaah, aaaaah
    Pero Alicia no cejaba y continuaba pateando con pequeñas incursiones la virilidad de su adversario. El dolor de cada patada se añadía al dolor de la siguiente y aunque todas las patadas, dado lo reducido del espacio, poseían la misma mínima fuerza, a cada nueva conexión de la redondeada y robusta bota de la mujer con los testículos del hombre, el dolor se tornaba más fuerte e insoportable. Ella pensó que aquellas botas de desierto le permitirían patear con toda la fuerza del mundo sin sentir daño en el caso de que debiera hacerlo. Pero de momento, debía conformarse con diminutas patadas cuyo poder devastador se basaba en la rapidez y número de las mismas
      -Aaaaaah aaaaaaaaah aaaaaaaaaaah bastaaaaa bastaaaaaaaa hija de puta, me rindooo.
    El hombre soltó a Alicia y esta desatascó la pierna de entre las piernas de este, quien cayó sobándose los genitales ante la mirada desafiante de la funcionaria.
     -Unas pataditas en los güevos y ya te rindes, pero bien has venido con un cuchillo y luego has tratado de estrangularme –le reprochó la mujer ya muy segura de si misma y llena de rabia. Y lanzó una patada a la cara del hombre que yacía en el suelo, entonces fue cuando las fuertes piernas de Alicia demostraron porque era la parte más lozana y recia de su anatomía. Y es que los intereses de Alicia no le convenían al adolorido ladrón.
     -Sabes cabrón, doy clases de defensa personal dos días a la semana desde hace cuatro años y no sabes cuanto me alegro ahora.
     La patada le había hecho temblar al hombre todos los dientes y apartó las manos de su entrepierna para tocar su mandíbula, desprotegiendo de nuevo su punto débil.
    Alicia, que no apartaba la vista de los testículos del ladrón, pues su profesora de defensa le había dicho textualmente que “en una pelea con un hombre debía vigilar y atacar directamente a los huevos para conseguir derrotarle”, advirtió con rapidez que su atacante había dejado su sensitiva zona desprotegida y levanto la rodilla y bajó con fuerza su pierna contra la pelvis del ladrón, machacando con la suela gruesa y dentuda de sus Panama los vulnerables testículos del ya patético perdedor. Se escuchó un cronch como si algo se hubiera aplastado y al momento un grito espeluznante;
 -UUUUUUUUUAAAAAAAAAH
    Alicia no levantó el pie y lo mantuvo sobre los testículos del hombre, tras unos instantes, comenzó a retorcer la bota en círculos y a echar el peso de su cuerpo sobre las gónadas del varón.
    -No uuuuah auuuuah no basta hija de puta nooooooo quita el pie quita el pie.
    El individuo trataba, sin apenas fuerza, de levantar con su mano el pie de la mujer de sus maltratados genitales, mientras esta observaba sin piedad el vano y penoso intento. Entonces, Alicia pensó en la debilidad de los hombres; todo se trataba de mitificación, el hombre físicamente no valía nada y si una mujer poseía la valentía suficiente de atacar sus atributos masculinos por fuerte que este fuera, ella tendría la victoria asegurada. También comprendió que esta norma no podía aplicarse a dos hombres enfrentándose pues ambos podían pegarse ahí y responderse mutuamente, con lo cual se lo pensaban mucho antes de atacar en una zona tan comprometida porque si pegaban ahí serían pegados también en la misma zona. Por eso las mujeres siempre pegaban sin preocuparse demasiado del lugar golpeado, es más, siempre pegaban en la mismo vulnerable punto de la anatomía masculina, porque el hombre no podía contestar pues ellas, afortunadamente, seres superiores carecían de testículos una zona de la que los hombres se jactaban en publico pero que en una pelea con una mujer significaba una clara desventaja. Alicia, sonrío con los labios sellados.
    El ladrón se tocaba desesperadamente sus vergüenzas, medio llorando medio riendo, debido a la propia ansiedad y el dolor padecido.
    -Mis huevos, dios mío, mis pobres huevos, me has… me has desgraciado…
    La mujer lo jaló de los cabellos y acercó su rostro al del hombre.
    -Me das pena y lástima, pringado, ahora te voy a atar como querías hacerme a mí.
    Asió las cuerdas, pero el hombre no soltaba las manos de su entrepierna, así que Alicia le introdujo los dedos en los ojos, consiguiendo que el hombre llevase las manos hacia su cara, donde resultaba más fácil retorcerle los dedos, pues el ladrón apenas tenía ya fuerza y se las ató con un nudo doble.
     -Bueno, bebe, vamos a ver qué hacemos contigo -Alicia le quitó el cinturón al hombre y abrió el botón y bajó cremallera de su pantalón.
    -Que vas a hacer, no no por favor, llama a la policía, pero déjame, déjame, ya.
    -No llores, marica –y le bajó los pantalones y los calzoncillos.
    Los testículos del hombre ofrecían un aspecto lamentable o más bien el testículo, porque uno de ellos había desaparecido de la bolsa escrotal, Alicia, por un momento, pensó si se lo habría reventado y si eso pudiera conllevarle algún problema legal, porque dejarlo impotente o estéril es algo fortuito, indemostrable en un acto de defensa pero reventar un órgano puede ser tomado como defensa desmedida, palpó la bolsa vacía, él hombre le gritó; -qué haces déjame los huevos, estás loca –ella no observó la gónada destruida sino vacía y recordó que a los hombres por un golpe o mala posición los testículos se les pueden subir a la parte baja del abdomen, como a su hijo cuando era pequeño, así que palpó la zona inguinal y lo encontró ahí, lo bajó empujándolo hacia abajo y este volvió a la bolsa escrotal. Sus gónadas estaban hinchadísimas, amoratadas y enrojecidas pero los dos testículos permanecían todavía íntegros. Alicia sintió cierto alivio, por ella misma, claro. Le dijo al hombre;
    -Te felicito, aún mantienes tus pelotas, no se te ha reventado ninguna, ahora bien, yo no sé si te servirán para algo, tienen el tamaño de sandias, jajaja, la orquitis no te la quita nadie, ya verás ya…
    -¿Qué dices ahh qué es una orquitis? Ahh ahh- pregunto entre sollozos y aullidos.
    -Ignorante, una orquitis es una inflamación de los testículos que puede ser tan grande que puedes quedar estéril o impotente o las dos cosas. Es como una ruleta jajaja
    -Hija de puta, me has destrozado la vida. Te mataré perra.
    -Cállate capón –y la mujer le retorció los testículos con la mano.
    -Ahhhhh suelta, suelta ahhhhh
    -¿Qué dices qué soy? –le preguntó Alicia mientras seguía apretando.
    -Nada, ahhh uuuuuh lo retiro, pido perdón ahhhh suéltame ya no lo soporto no lo soporto.
    -Dime señora- y apretó con más fuerza, la mano de la mujer parecía una tenaza mortal.
     -AHHHHH AHHHH Señoraaaaa Señora
     -Esta bien voy a probar, si aún funcionas o ya estás caput –Ana tomó el flácido pene del ladrón y lo acarició suavemente y comenzó a masturbarlo, este, aun con dificultad, creció y consiguió una erección.
     -Bueno, de momento, la orquitis no es definitiva aún puedes hacerlo, jajaja, sabes lo que pienso, que ellos nunca sabrán si todo sucedió en un momento fortuito si luego hago desaparecer las cuerdas así que voy a darte tu último regalo -y la mujer lo masturbo, al hombre le costaba y ella se quitó la camiseta enseñandole los pechos, finalmente y pese a tener los testículos completamente hinchados el hombre eyaculó.
    -Qué haces cerdo, me has manchado, te pego una paliza, te hincho las pelotas a patadas y encima te excitas, eres un enfermo mental. Bueno, ellos nunca sabrán si tu castración fue en un momento fortuito, ya que la o
rquitis podría ser más grave, acabemos con tu sufrimiento.
   -Que vas a hacer, no no no, ahh uhh me vas a castrar con el cuchillo??
   -No imbecil, yo no me mancho las manos ni quiero ir a la cárcel, me voy a aprovechar de tu debilidad por ser hombre y nadie sabrá si tu emasculación fue en un momento de defensa o por excederme, pues será tu palabra contra la mía.
  -¿Entonces, qué vas a hacer ah ah?
    -Para que quiero un cuchillo teniendo mi pie, te voy a dar tal patadón en los cojones con mis botas que te voy a hacer niña de por vida…
    -No, no basta no no no porfavor –el sudor caía por la frente del macho desahuciado que pronto sería un ser asexuado. Él no podía protegerse, tenía las manos y los tobillos atados.
    Alicia se ató fuertemente los cordones de sus cortas botas, cual futbolista antes de lanzar un penalti, se retiró muchos metros hacia atrás, aún llevaba los pechos al aire, comenzó a correr aumentando la velocidad, sus pechos se bamboleaban y cuando se acercó estrelló con toda la fuerza de sus poderosas piernas su bota panama jack contra los desnudos testículos del ladrón. La patada fue salvaje, y tras quedar con la boca abierta el hombre sólo pudo pronunciar un “no” y se desmayó dejando un circulo de orina a su alrededor, el pene caía hacia un lado totalmente flácido, la erección había desaparecido y con toda seguridad ya nunca volvería.
    La mujer se vistió la camiseta azul celeste y contempló los genitales del hombre, cómo su circulo de orina había empapado la suela de sus botas y dijo –que vergüenza –. Desató la cuerda y la guardó en el bolso, se fue y cerró la puerta del museo, tomó el coche y condujo hasta el río y la tiró. Después, se dirigió otra vez hacía una zona cercana al museo y llamó a la policía, mientras esperaba en el coche pensó en hacer el amor con su marido cuando llegase a casa, porque se encontraba muy caliente y que si a el no le apetecía le amenazaría con “apretarle la bolas” total, se trataba sólo de un hombre.


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domingo, 4 de octubre de 2015

Sandra Si Lo Hace

    

     Relato Ficticio de Ballbusting Hetero. Una bloguera se defiende de un perturbado poniendo en practica su lema "Una buena patada en los huevos"

     Sandra, es una chica capaz, gracias a su sincera e insobornable personalidad, de suscitar un intenso debate con cualquier tema que propone desde su blog. Realmente, en un mundo donde cualquiera dispone de la facilidad de publicar en la red, conseguir destacar y hacerse un nombre con un blog personal entre miles de competidores, es un hecho que posee mucho merito.
    Un tema con el que Sandra triunfó fue “Una buena patada en los huevos”, convirtiéndose en una de las entradas más leídas en español sobre el tema; Sandra narra con autenticidad y gracia una hipotética situación en la que ella tuviera que defenderse de un maltratador. Según, Sandra, al ser mujer y menos fuerte físicamente que su oponente masculino, ella recurriría a golpearlo en los testículos, sin remordimiento moral alguno. Citando sus palabras textuales; “con el codo, con el pie o con el puño tomas muy buena ventaja...” y con un final sin complejos, apartándose de lo correctamente político, la chica remata; “con toda mi alma le meto una buena patada en los huevos... su grito de dolor es como música rock para mis oídos... oh yeah”. Las reacciones a su escrito fueron diversas, la totalidad de las mujeres la apoyaron, la mayoría de los hombres también (e incluso dentro de este segmento cierto lector se enamoró platónicamente de ella), pero algunos machistas se mostraron en contra, sintiéndose molestos y albergando cierta rabia contra su irredenta autora.

    Una noche, aprovechando que Sandra salió a pasear con su perrito, uno de aquellos tipos machistas y violentos que no debía de estar muy bien de la cabeza, la siguió hasta un callejón y cobardemente, tras empujarla contra el suelo, la retó a pelear con él, de una manera tan infantil y absurda que daba autentico pánico. Con razón, Sandra pensó, que el tipo era un desequilibrado, quizás un psicópata, pero además resultó un verdadero machista, porque la insultó por su condición de mujer, por escribir”esas porquerías” que fomentaban la defensa ante el ataque de un hombre y hacían peligrar la supremacía masculina.
    Pero Sandra, que se declaraba pacifista, no quiso luchar y le dijo que era estupido y cobarde retar a una mujer con mucho menos peso, altura y fuerza física. Le advirtió que si no se iba, llamaría a la policía, pero él le quitó el móvil y lo tiró por la alcantarilla.
Aún así, Sandra, trató de razonar con él, le dijo que ella no sabía karate ni practicaba lucha, que sólo atendía a defenderse, prefiriendo arreglar los problemas con palabras.
El agresor no transigió y lanzó varios puñetazos sobre el rostro y el estomago de Sandra, dejándola adolorida sobre el suelo. La chica pensó que quizás él, al verla a ella derrotada, se terminaría por ir.
    El asaltante, satisfecho, no volvió a pegar a Sandra, pero en vez de irse la tomó contra el pobre y asustado perrillo, propinándole una patada en el vientre. Sandra al contemplar la escena, no pudo aguantar más y sintiendo gran rabia interior se levantó, mientras el tipo continuaba molestando al animal. Entonces, sin pensárselo, la guapa morena, aprovechando que el abusón estaba de espaldas y que al pisar al perro dejaba un hueco entre sus piernas, lanzó con todas sus fuerzas una tremenda patada a los testículos del hombre, quien ni siquiera gritó, solo profirió un tímido suspiro como si hubiera quedado sin voz. La fuerza de la patada fue tal, que Sandra atascó su empeine contra los testículos del hombre, pero quedando la parte superior de sus dedos y el tacón fuera de la entrepierna, creando una especie de palanca por la parte delantera de su agresor, tocando con la punta del zapato la barriga de este.
El hombre bajó la mirada y contempló la suela del zapato de tacón de Sandra entre sus piernas, ella, que continuaba tras la espalda del villano, movió un poco el pie y lo apretó hacia arriba empujando más si cabe las gónadas del agresor contra su propia pelvis. Finalmente, la chica desatascó su zapato y al momento, el hombre se arrodilló casi llorando con las manos en su entrepierna.
    Sandra se colocó delante de él, cara a cara y le dijo “y ahora qué, ¿esto es lo que querías comprobar, anormal? Tú lo has querido.
    Aprovechando que el hombre estaba agachado, la preciosa y femenina Sandra, le asestó un fuerte rodillazo en el rostro, provocándole un tremendo dolor y haciendo que su nariz sangrase. El hombre cayó al suelo fulminado, derrotado ante la mujer de cabello oscuro y ojos grandes, maravillosamente locuelos. Sandra, sin embargo, no quiso cebarse y dejó al desequilibrado jadeando de bruces sobre el piso.

    Entonces, la chica fue a comprobar el estado de su perrito, al ver que estaba más o menos bien pero asustado, trató de marcharse con él, pero el hombre, le agarró del tobillo y la tiró al suelo con violencia. El agresor se levantó y empezó a pegar puñetazos a Sandra, quien ahora se hallaba tirada en el suelo, indefensa.
El perrito, para defender a su dueña, mordió al delincuente en el tobillo, quien empujo al animal fuera de la escena levantando su pierna adolorida, pero el agresor al dejar su punto débil, su zona viril pero sensible, al alcance de Sandra, cometió un gravísimo error; ella, convertida en una fiera protectora, desde el suelo, con su mano agarró con fuerza las gónadas de él, apretando como si la vida le fuera en ello. El hombre gritaba como un loco, y Sandra en vez de aflojar, decidió retorcer sus testículos en círculo. El agresor se echó a llorar, nada podía hacer, se encontraba atrapado (pensaba, qué hago, qué hago, “estoy agarrado por los huevos” rememorando el refrán popular) y sólo consiguió pronunciar entre patéticos lamentos que se rendía, pero Sandra ya estaba harta, no confiaba en él y le dijo que iba a pagar por su maldad y osadía;
     -Prepárate, porque voy a demostrarte lo débil que eres sólo por ser hombre, si, imbecil, precisamente la razón por la que crees ser superior a mí, va a ser la causa de tu perdición, la clave de tu derrota; tus joyas más preciadas –dijo Sandra con sus grandes ojos en llamas. Y con todas sus fuerzas dio un tirón a sus testículos hacia abajo, de manera seca, rápida y brutal;
     -UUUUUUUUUUUAAAAAAAAAAH!!!!!!! –gritó salvajemente el pobre diablo.
Lo único que llegó a percibir en su estado de shock fue como la bella Sandra apretaba sus dientes con furia, demostrando que ella no iba a dejar que pegasen a su perrito.

    El hombre cayó semi inconsciente al suelo. Sandra se puso de pie y levantando su rodilla, alzó la suela de su zapato sobre los ojos de su adversario y le dijo;
    -¿Te acuerdas que para patear a gentuza como tú me calzo mis zapatos de tacón y disfruto pateando sus bolas si se lo merecen? Pues aquí tienes mi pie, lame las suelas cerdo machista o te rompo la traquea –amenazó Sandra en posición de victoria.
    El agresor, que continuaba con las manos agarrando sus testículos y muriéndose de dolor, no tenía fuerzas ya para nada y prefirió la humillación de lamer la suela del zapato de Sandra con toda la suciedad de las calles, que intentar un nuevo, patético e infructuoso intento de defensa. El perdedor sintió una humillación terrible ante la guapísima morena, convertida ya en una improvisada y mortal amazona. El hombre sintió como su nariz y su boca eran presionados con fuerza por el pie de ella, como se iba quedando sin más respiración que la sucia goma de los zapatos de tacón de la mujer, comprendiendo sin más remedio que debía apartar sus manos de sus doloridos testículos y alzarlas para intentar apartar el pie de Sandra de su magullada nariz y boca. Más o menos, lo consiguió, logró tomar aire por unos momentos, pero fue un grave error porque el pobre inútil volvió a dejar indefenso su punto débil. Sandra, que con su suela del zapato impedía la visión del hombre, aprovechó la ventaja y, apoyada sobre sus rodillas flexionadas, decidió dirigir sus femeninas manos a la entrepierna de este. Sin dudar, agarró los testículos del hombre, apretando con todas sus fuerzas, retorciendo y tirando hacia arriba con la ferocidad de una tigresa. Él, totalmente, desesperado, gritaba con voz muy aguda;
    -Noooooo bastaaaaa bastaaaaa ya buuuuua buuuuua por favor iiiiiiiiiiiiia, me vas a capaaaaaaaar.
    -Qué pasa ahora… gritas con voz de mujer eh cerdo machista te voy a arrancar los huevos con mis propias manos.
    -No por favor no por favor, buaaa, buuua.
    El tipo ya convertido en un saco de escombros se orinó encima evidenciando un grotesco círculo en sus pantalones. Sandra se dio cuenta y lo soltó, no sin antes meterle una patada en la cara que le hizo retumbar los dientes. Él se llevó de nuevo las manos al rostro. Entonces la chica se apartó unos metros, tomó carrerilla y le dijo al tipo;
    -Y ahora mi despedida que ya conoces por mi escrito, la que tanto te jodió, lo que sólo una mujer se puede permitir en una pelea.
    Y como un futbolista antes de tirar un penalti, Sandra corrió y profirió su grito de guerra, un fuerte y salvaje; “¡yeah!” propinando la patada más fuerte que jamás había dado en toda su vida. Al instante, se escuchó un sonido similar a cuando se rompe la cáscara de un huevo. Sandra se percató del sonido y miró hacia la zona genital de su adversario, la bella mujer pudo advertir como uno de los testículos del hombre terminó incrustado muy arriba de la ingle en la parte del abdomen, seguramente, estrangulado, mientas el otro permanecía en su sitio pero con el tamaño de un tomate. Sin remedió, el asaltante se desmayó. La chica se atusó el cabello, tomó en brazos a su perrito y se fue a su casa andando con feminidad.

    Sandra se quitó sus zapatos para poner sus pies en alto, antes observó que sus preciosos pies estaban enrojecidos por la parte del empeine, pero también por su sensual planta, ella misma se hizo un masaje en los pies. Cualquier pintor de talento hubiera encontrado motivo pictórico en tan bella y enardecedora escena. Luego puso sus lindos pies en alto y mientras se relajaba y flexionaba sus dedos, pensó;

    -Sólo me he defendido y lo he hecho como había escrito, finalmente, SANDRA SI LO HACE;  YEEEEAAAAAH!!!!!


                                          La defensa de Sandra



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